viernes, 19 de octubre de 2012

Barack Obama y el golf, un amor en secreto

ES UNA MAÑANA DE DOMINGO en mayo del 2011, y el presidente de los Estados Unidos está en el tee de salida del campo de golf de la base aérea de Andrews. Es la vuelta de golf número 66 de Barack Obama como presidente, y, como de costumbre, los medios de comunicación y el público no están invitados. Como casi todas las salidas anteriores de Obama, los únicos testigos son sus compañeros de juego --un trío del personal de la Casa Blanca-- y un pelotón de agentes del Servicio Secreto.

El deporte favorito de Obama es el básquetbol, una historia de amor que comenzó a los diez años, cuando el padre que apenas conoció le regaló un balón. Pero desde su tercer año en el cargo de presidente, el golf se ha convertido en su escape más preciado. La prensa tiene prohibido seguirlo de hoyo en hoyo, e incluso tomarle una fotografía en el campo de golf. Para un hombre que siempre dice que "echa de menos ser un desconocido", el campo de golf se ha convertido en el único lugar donde puede desaparecer.

En esta mañana de domingo, Obama termina su juego después de nueve hoyos, una decisión curiosa para un golfista que generalmente insiste en jugar 18 hoyos, durante rondas que duran hasta seis horas. Ninguna explicación se ofrece a los medios de comunicación. Los reporteros se ven obligados a adivinar la razón, culpando al "clima frío y a la lluvia".

De vuelta en la Casa Blanca, Obama, todavía vestido con una camisa blanca, pantalones de golf de color caqui y un rompe vientos azul marino, no regresa a la residencia, como suele hacer después de una vuelta en el campo de golf. En cambio, se dirige al SAlón Oval, se cambia los zapatos de golf negros y blancos por unos zapatos de vestir, baja apurado por las escaleras y se sienta en el interior del gabinete de crisis. Aquí está el presidente, todavía vestido para un partido de domingo, mirando en un monitor cómo el Equipo de la Marina SEAL Seis entra en un sitio de Abbottabad, Pakistán, y mata a Osama bin Laden.

DURANTE MÁS DE UN SIGLO, el golf ha clasificado como el pasatiempo favorito de los presidentes estadounidenses. Quince de los últimos 18 presidentes han jugado este deporte; la mayoría alegremente (Eisenhower, Ford, Clinton), algunos a regañadientes (Coolidge, LBJ, Nixon), y casi todos arriesgando tiros peligrosos. La tradición de golf presidencial comenzó ignominiosamente cuando William Howard Taft --con sus 320 libras de peso-- ignoró el consejo de su mentor político, Teddy Roosevelt, que había declarado una vez que "el golf es fatal" para cualquier hombre político. A pesar de esa advertencia y las caricaturas de los periódicos satirizando su swing bufonesco, Taft nunca dejó de practicar el juego dorado.

Taft fue un presidente de un solo mandato, pero en el siglo transcurrido desde entonces, ningún presidente ha sido más vilipendiado por su amor por el golf que Obama. Y no sorprendentemente, ningún presidente haya hecho más para mantener su juego en secreto. Durante las 104 rondas de golf que Obama ha jugado como presidente, se les ha permitido el ingreso a los fotógrafos sólo cinco veces, según informes de la Casa Blanca. Incluso entonces, los reporteros han tenido que utilizar teleobjetivos desde 40 o 50 yardas, y sólo por unos momentos. Los periodistas que acompañan a Obama suelen ser desterrados, enviados muy lejos desde el primer tee. En Andrews, quedan en cuarentena dentro del restaurante de la base.

El último presidente golfista en prohibir a los fotógrafos fue John F. Kennedy. En el medio siglo transcurrido desde entonces, muchos presidentes han celebrado conferencias improvisadas en el tee de salida. George W. Bush pronunció en frente de la prensa su infame comentario en 2002: "Hago un llamado a todas las naciones a hacer todo lo posible para detener a estos terroristas asesinos. Gracias. Ahora miren este drive".

Pocos detalles se dan al cuerpo de prensa de la Casa Blanca sobre el juego de Obama. Cuando se le pregunta por el hándicap a Jay Carney, el secretario de prensa suele bromear: "Esa información es clasificada".

El presidente normalmente decide ir a practicar con un día o dos de antelación, si el tiempo lo permite. Los reporteros oyen hablar de eso sólo mientras que la caravana presidencial, con los palos de golf Nike VR-S de Obama en el baúl, se dirige hacia el primer tee. Sus amigos ni siquiera revelan cuál es su pelota favorita, aunque una fuente dice que Obama evita las pelotas de golf especialmente hechas para el presidente, y prefiere las Titleist Pro V1s.

Al igual que Obama, el presidente, se rodea de un círculo de asesores en la Casa Blanca, Obama, el golfista, juega con el mismo puñado de personas: un círculo cerrado de asesores y ayudantes de la Casa Blanca, con mayor frecuencia Marvin Nicholson, un ex caddie en el Augusta National, y su asistente personal, Eugene Kang. Cuando está de vacaciones en Hawai, el presidente juega con sus amigos de Chicago y algunos viejos conocidos que tiene en las islas. Ninguna de esas personas quiso hacer comentarios para este artículo. La primera regla del club de golf presidencial: no hables del club de golf presidencial.

Es comprensible que la Casa Blanca y los altos funcionarios de la campaña oficial se nieguen a discutir el golf de Obama en la recta final de un año de reelección. El presidente ha rechazado solicitudes de altos funcionarios del partido para jugar al golf con los contribuyentes ricos, para recaudar fondos para el Comité Nacional Demócrata, como Bill Clinton lo había hecho. Decenas de escritores (incluido éste) han pedido acompañar a Obama durante una vuelta, y la respuesta siempre ha sido negativa. Sólo una vez desde que asumió la presidencia, Obama ha jugado con un periodista; Thomas Friedman, columnista de opinión del New York Times. Su vuelta, como era previsible, fue extraoficial.

CUANDO EL PRESIDENTE ELECTO, Obama, estaba de vacaciones en Hawai, en diciembre del 2008, alguien filmó un video de algunos de sus hoyos. A lo largo de una pared de piedra que bordea el hoyo final del Mid Pacific Country Club de Kailua, un grupo de 100 personas fue testigo de un extraño acontecimiento: un tiro de Obama con un wedge salió volando bajo y en dirección recta durante 75 yardas, antes de terminar en el borde del green.

"Ey, muchachos, eso fue bastante bueno, ¿no?", preguntó Obama a la multitud. "Eso casi compensó mi drive de 20 yardas".

Todo el mundo se echó a reír. "¡Es mejor que tu tiro en el bowling!" gritó un hombre del público, en referencia a la lamentable marca de 37 que Obama registró en una pista de bowling en Pennsylvania durante la campaña del 2008.

"¡Así es!", respondió Obama.

Durante los siguientes dos años y medio, el golf de la Casa Blanca fue decayendo. El presidente había heredado un país en medio de un derrumbe económico y la administración era consciente de los peligros de una aparición desconectada con la situación. Pero el sábado 18 de junio de 2011, Obama decidió mezclar el pasatiempo con el trabajo; una excepción que pondría a prueba su gobierno. En un intento de poner en marcha las estancadas negociaciones sobre el presupuesto con el Congreso, el gobierno organizó una histórica cumbre de golf con el vocero de la Cámara de Representantes, John Boehner. Era la primera vez que un presidente en ejercicio había accedido a jugar un partido con el líder del principal partido de la oposición.

Boehner, quien posee ocho de hándicap y un bronceado permanente --no se puede tener lo anterior sin lo último--, disfrutó de la oportunidad de vencer al presidente... y ganar puntos políticos. Declaró que le diría a Obama en el primer tee: "Señor presidente, usted puede tener todos los golpes que desee. Sólo le costará un trillón de dólares cada uno". Pero cuando se encontraron en el campo de golf, Obama, en un acto de jujitsu político, insistió en que Boehner jugara con él, no en su contra. Los dos hombres superaron al vicepresidente Joe Biden y al gobernador de Ohio, John Kasich, para ganar 2 dólares, pero la ronda hizo poco para salvar el abismo entre ellos o construir un consenso sobre la gestión de la deuda nacional, y la tarjeta presidencial volvió al punto de inicio en su estrategia.

Durante el Día del Padre este año, Mark Knoller, un corresponsal de la Casa Blanca para CBS News y tabulador autoproclamado de las rondas de golf de Obama, dio la noticia en Twitter: Obama estaba jugando su vuelta número 100 como presidente. "Me criticaron por todas partes", dice Knoller. "Tengo la sensación de que a la Casa Blanca no le gusta mucho que cuente las rondas, pero los hechos son los hechos".

El Comité Nacional Republicano saltó por la noticia, emitiendo de un comunicado de prensa titulado "Duffer en Jefe: Obama llega a las 100". El subtítulo: "El golf de Obama es su principal pasatiempo".

El tema siguió para contrastar las rondas de Obama con las de George W. Bush, quien jugó 24 veces durante sus primeros tres años en el cargo y se retiró después de iniciar la guerra contra Irak. "Yo no quiero que una madre cuyo hijo haya muerto recientemente vea al comandante en jefe jugando golf", dijo Bush.

No era la primera vez que el Partido Republicano atacaba a un presidente democrático por el tiempo que dedicaba al golf. En 1996, Bob Dole cuestionó la veracidad de las tarjetas de Clinton. "No sabría decir si ha sumado 83 o 283 o 483", dijo Dole. "Nunca lo sabremos".

Pero para Obama, la crítica ha sido implacable. En diciembre del 2011, un comité Republicano nombrado Romney Victory Inc. lanzó FortyFore.com, que cuenta el número de vueltas que Obama ha hecho. El sitio dice que una donación de 18 dólares "es todo lo que se necesita para enviar al presidente Obama en unas vacaciones permanentes jugando al golf". En la Convención Nacional Republicana en agosto, al menos cinco oradores hicieron chistes sobre el juego de golf de Obama. La broma del Líder de la Minoría del Senado, Mitch McConnell, fue la típica: "Durante cuatro años, Barack Obama ha estado huyendo de los problemas de la nación. No ha estado trabajando para ganarse la reelección. Él ha estado trabajando para ganarse un lugar en el PGA Tour".

Incluso Mitt Romney, el candidato republicano a la presidencia, se ha referido al tema. "Creo que es hora de tener un presidente cuya idea de ser práctico, no signifique practicar el swing de golf", dijo Romney en diciembre de 2011. Romney en sí mismo es una singularidad: un capitalista adinerado que no juega golf.

A MENUDO SE DICE que el golf expone el carácter de un hombre, y eso es igualmente cierto para los presidentes. Lyndon B. Johnson aceptó jugar sólo después de que le dijeron que los links podían ser útiles para torcer los brazos de los senadores recalcitrantes. Warren G. Harding jugaba y bebía whisky en la cancha --durante la prohibición, nada menos--, y dirigió una de las administraciones más corruptas del país. Los Bush, con gorras monogramadas con los números "41" y "43" jugaban rápidamente, con indiferencia y con frecuencia de manera imprudente. Para mantener el juego en movimiento, George W. Bush rara vez se detenía a estudiar la jugada, prefiriendo los drives arriesgados por encima del agua. No podía vislumbrar --o prefería ignorar-- los desastrosos resultados probables.

Lo que es más revelador sobre el juego de Obama es el simple hecho de que todavía siga habiendo un juego; incluso ante todas las críticas. "De un modo extraño, hay que darle crédito a Obama por seguir jugando", dice Steve Rushin, que ha escrito sobre el golf presidencial para Golf Digest. "Habla del hecho de que él realmente ama jugar al golf. No sería tan difícil dejar de jugar por las apariencias".

En cambio, las fuentes dicen que Obama, un jugador zurdo, ha bajada un poco el hándicap desde el 2008 y juega con 18. Pero está lejos de ser el jugador presidencial más prolífico. Ningún presidente ha jugado más que Woodrow Wilson, quien jugaba al menos un par de hoyos casi todas las mañanas por prescripción médica para frenar su nivel de estrés. Dwight D. Eisenhower sumó cerca de 800 vueltas en dos períodos, inspirando a los demócratas a decir que Ike había inventado la semana laboral de 36 hoyos. (El chiste era literalmente cierto; Eisenhower jugaba todos los miércoles por la tarde y sábados por la mañana). En comparación con ellos, Obama es un amateur, aunque uno con la pasión de los recién convertidos. Empezó a jugar en la mitad de sus 30, mientras era senador estatal en Springfield, Illinois. Su esposa, Michelle, lo empujó hacia los links, esperando que cambiara sus partidos de básquetbol por el juego más caballeroso del golf. Ahora Obama ve a este deporte como su única oportunidad de simplemente pasear y pasar el rato.

El golf, para Obama, se ha convertido en "una especie de santuario", dice Andrés W. López, un abogado que conoce al presidente desde sus días de Harvard. Sin embargo, puede haber una razón más por la que Obama no ha abandonado a su querido juego... y por la que la gente de Romney parece empeñada en insistir en que debe dejar de jugar. Desde las elecciones presidenciales de 1980, ha surgido una curiosa tendencia: Jimmy Carter. Walter Mondale. Michael Dukakis. Bob Dole. Al Gore. John Kerry. John McCain. Ninguno de ellos ha jugado al golf. Todos ellos probaron el sabor de la amarga derrota en las elecciones. Todos ellos perdieron ante golfistas.

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