Era una sonrisa brillante llena de alegría, de incredulidad y, sí, de alivio, también. Rory McIlroy no sólo se separó del resto del campo en el PGA Championship el domingo, sino también de sus escépticos.
¿Vieron la cara McIlroy después de que se quitó el peso de ganar el segundo major de su carrera? ¿Vieron lo hondo que enterró su cabeza en el hombro izquierdo de su padre Gerry cuando se abrazaron justo al lado del green del hoyo 18?
McIlroy sabía que había hecho algo muy especial. Ahora él estaba tratando de comprenderlo. Después de todo, una cosa es ganar, pero otra es envolver sus brazos alrededor de la historia.
Eso es lo que hizo el domingo, se metió en la historia del PGA Championship. Nadie -ni Jack Nicklaus , ni Tiger Woods- ha ganado este campeonato por 8 golpes. La victoria de McIlroy fue tan completa que hubiera tenido que tomar un 12 en el último hoyo para forzar siquiera un desempate.
Así que sonrió. Y exhaló. Y cerró los ojos y dejó caer la cabeza hacia atrás. Era como si estuviera tratando de procesar el momento y apreciarlo al mismo tiempo.
"Me permití el lujo de caminar hasta el hoyo 18 sabiendo que iba a ganar", dijo McIlroy. "Me gustó el momento, sólo absorber lo que sucedía".
Cuando hizo el paseo desde el fairway hasta el green del 18, sus compañeros de juego, Bo Van Pelt y Carl Pettersson , así como sus caddies, a propósito se quedaron atrás de McIlroy. Ellos fueron testigos directos de la ronda de McIlroy. Ellos sabían.
"Fue mejor que todo el mundo y fue simplemente evidente -fue claro para todos, creo", dijo Pettersson.
¿Y de qué otra manera podía ser? McIlroy destruyó al resto del campo. Ganó por ocho aquí. Ganó por ocho en el U.S. Open en 2011. No hay ninguna zona gris en sus victorias en los majors.
McIlroy se quedó hasta cerca de las 10:15 la noche del sábado viendo a su novia, la tenista Caroline Wozniacki, ganar su partido de cuartos de final en la Copa Rogers en Montreal. Se levantó temprano en la mañana del domingo para terminar la tercera ronda suspendida por lluvia y comenzó a jugar por la tarde en 7-bajo par, con una ventaja de 3 golpes sobre Pettersson.
Los majors no habían sido amables con McIlroy este año. Terminó empatado en el puesto 40 en el Masters, no pasó el corte en el U.S. Open y no pudo hacer nada mejor que un empate en el 60º lugar en el Open Championship. Y en caso de que usted esté llevando la cuenta -y todo el mundo lo estaba- McIlroy también dejó pasar cortes consecutivos en el Players Championship, el BMW PGA Championship (Tour Europeo) y en el Memorial.
"Estuve un poco frustrado con la forma en que estaba jugando, pero algunas personas en esta sala probablemente estaban presionando los botones de pánico sin motivo", dijo McIlroy, mientras se dirigía a los medios de comunicación la noche del domingo.
Los botones fueron apretados porque nadie podía entender por qué McIlroy no era un factor en los majors. Por eso se inventaron razones, algunas de ellas ridículas. Lo que menos le gustó a McIlroy: que su relación con Wozniacki estaba erosionando su juego.
"Sí, no creo que lo podría haber respondido de ninguna manera mejor", dijo, echando un vistazo a su nuevo mejor amigo, el Trofeo Wanamaker. "Y sí, para ser sincero, (las críticas) me motivaron. Yo quería salir y probar algunas personas que estaban equivocadas. Eso es lo que hice".
Sobre todo demostró que mucha gente estaba acertada, empezando por Padraig Harrington.
"Yo dije hace dos años, cuando (McIlroy) perdió en el Masters, que podría desafiar el record de Jack", dijo Harrington, quien terminó a 12 golpes del liderato. "Y ahora ha ganado uno de cada uno en los dos últimos años".
Jack. Como en Nicklaus.
Nicklaus tiene 18 majors en su carrera. Woods tiene 14. McIlroy ya tiene dos tan sólo tres meses después de su 23º cumpleaños.
Geoff Ogilvy, que terminó 11 golpes detrás de McIlroy, recuerda haber visto a McIlroy por primera vez cuando el norirlandés era un aficionado de 18 años de edad, en el Open Championship en Carnoustie.
"Le pegó tan bien que me dije, 'Tiene un buen swing, se ve muy bien'", dijo Ogilvy."Y cada vez que he jugado con él, es como, este hombre, mantiene la compostura, es uno de los destacados de esa generación, por supuesto". Y luego está Graeme McDowell, el compatriota y amigo cercano de McIlroy. McDowell lo admite: se preguntó sobre el compromiso de McIlroy para con el juego. Ya no es así.
"Tal vez hace un año podría haber dicho, 'no sé'", dijo McDowell. "Pero ahora creo que lo tiene. Creo que ha aprendido mucho estando dentro del mundo de Caroline y ver a ella y a su equipo ayudarla a alcanzar sus metas... Siempre ha sido impulsado y motivado, pero ahora creo que está obsesionado y consiguió la pasión".
¿Y eso se transmite en qué exactamente?
"Va a ser el jugador que los niños admiren", dijo McDowell. "Hace diez años era Tiger Woods. Todavía es Tiger Woods, hasta cierto punto, pero ahora tenemos superestrellas como Rory McIlroy que los niños mirarán".
Lució una chomba roja, al igual que Woods lo hace los domingos. Abrazó a su padre, al igual que Woods lo solía hacer con su padre Earl. Tiene un don para lo dramático, hundiendo un putt para birdie de 20 pies en el hoyo final, justo el tipo de cosas que Woods haría de ir ganando un major.
Revelación total: McIlroy dijo que no hubiera vestido de rojo si hubiese estado emparejado con Woods.
"Podría tener que hacerlo a partir de ahora", dijo McIlroy. "No me extraña que él gane tanto".
Tan temprano como el lunes pasado, McIlroy sintió que todo era posible. Se paró frente a su casillero en el clubhouse del Ocean Course, con vista al putting green, y le dijo a su caddie, J.P. Fitzgerald, así como a su padre, "Algo sobre esto se siente correcto".
Y el miércoles pasado, se le preguntó cómo calificaría su temporada. Se dio a sí mismo una B. Pero eso fue antes de que ganara crédito extra con el PGA Championship y su regreso al número 1 del ranking mundial.
"Un plus", dijo McIlroy.
Y sonrió cuando lo dijo.
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